jueves, 21 de mayo de 2009

Metafora en Ruinas


Se atrevía a intercambiar cada día de su vida por las páginas. Aunque era fóbico al abismo en blanco, el placer de sentir y crecer en el rompecabezas morfológico vencían el desierto sin inspiración.

Siempre prefirió la locura en dosis controladas a la cordura desmedida. Alucinaba. Por su ventana traspasaban pájaros de tinta. El viento desnudaba la mesita de noche y las hebras de su expresión danzaban por el cuarto formando un bosque de papel. Fue cuando descubrió una mujer acostada en su tumba. La desmembró en versos. Hizo de sus ojos lámparas estelares.

Pero ella se fue. Lo abandonó con todas las imágenes sensoriales que había creado para ella. Entonces él, antropófago herido, se volvió adicto a la carne de su propias letras. En un coraje incendió su casa hecha de libros y se convirtió en nómada del dolor.

El escritor necesitaba papeles y un bolígrafo. No poseía otra cosa de mayor valor que sus palabras. Había escrito hasta en el margen de su última libreta. Hipotecó sus manos. Iba por las tiendas mendigando los ingredientes para nutrir esa imaginación prodigiosa que lo mantenía vivo. Lástima que no pueda pagar con poemas.

1 comentario:

Santey Herco dijo...

"El viento desnudaba la mesita de noche"

"Hipotecó sus manos"

Y creo que el poeta aunque intentase pagar con poemas,ya no hay amantes muchos que recurran a las epistolas, a ese juego del decir y escuchar, ahora mucho se resume mientras se enjabonan los cuerpos con las sabanas.

Siempre he deseado solo un bohio y un poco de papel y un poco de tinta, pero aun cuando no hubiera esos ingredientes, esta la cortesa de los arboles, la playa, las hojas, las piedras del rio, para ser materiales de esta necesidad de vomitar mis palabras, etc.